En este año escolar, todos los niveles educativos han tenido que responder de manera urgente a una situación nueva: la educación a distancia. En principio, este hecho puso en evidencia profundas diferencias relacionadas con el uso y acceso a las tecnologías, develando una situación de la cual sabíamos o debíamos suponer considerando la alta segregación de nuestro sistema educativo. Si bien el desafío era el mismo, no todas sus partes contaban con los mismos recursos de base para abordarlo.
No obstante, ha sido visible cómo a nivel de comunidad escolar, directivos, docentes, estudiantes y sus familias, han sostenido los procesos de aprendizaje con todo lo que ello implica en un contexto sin precedentes y de alta complejidad sociopolítica, demostrando una amplia conciencia de las características de los escenarios y de los sujetos con quienes trabajan. Este es un punto importante, porque efectivamente son las propias comunidades las que mejor se conocen a sí mismas y que tienen un mayor potencial para abordar el impacto subjetivo que tiene una experiencia como esta. Es así como, en lo que refiere a la enseñanza, hemos sido testigos del desarrollo de diversas propuestas pedagógicas, las que en algunos casos implican pequeñas modificaciones al modo tradicional y donde la tecnología representa solo un medio a innovaciones que implican una mayor transformación y donde las tecnologías forman una parte crucial para el aprendizaje. Por ejemplo, se retoman reflexiones y se realizan aplicaciones en torno al Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) o al modelo de aula invertida.