En marzo de este año los procesos de enseñanza-aprendizaje cambiaron para todos y todas. La crisis sanitaria global hizo que ajustásemos las instancias que se daban presencialmente, para cambiarlas por sesiones sincrónicas por medio de diversas plataformas, situación que se da en el mejor de los casos, mientras que en otros casos, se retiran material o guías de trabajo directamente desde la escuela. Frente a este escenario ¿cuáles son las instancias evaluativas que existen en este proceso si los medios de acceso a la educación son tan distintos?, ¿cuáles son los nuevos desafíos que demanda la educación? Si existe una instancia de calificación como medio de evidencia o de promoción ¿cómo podría ser desarrollada?
Cuando se observa las aptitudes que requieren los y las estudiantes para responder a una modalidad a distancia, uno de los factores que han identificado los docentes es la autonomía que deben tener para responder a la organización de los tiempos de dedicación al estudio. Cuando la autonomía del estudiante es baja porque en la presencialidad no estaba desarrollada, cuando los medios de comunicación no son para todos y cuando los profesores siguen perfeccionándose en las herramientas digitales para diversificar su enseñanza, vuelve a surgir las preguntas sobre los medios de evidencia ¿cuánto han aprendido nuestros estudiantes?, ¿qué han aprendido?, ¿cómo evidenciamos ese aprendizaje?
La evaluación formativa es la instancia que permite recibir información para realizar los cambios necesarios en el proceso de aprendizaje, entregar feedback al estudiante que le permita identificar su estado de avance y los medios para alcanzar lo propuesto, de esta manera, se acompaña su ciclo formativo. Teniendo claridad de este propósito, aun así, no contamos con lineamientos claros que permitan la organización y gestión de estos procesos evaluativos, las políticas educacionales han entregado un recurso direccional sobre el ajuste curricular para este periodo, pero poco en cuanto a la implementación concreta de ello.
Pareciera ser que la retroalimentación como estrategia es la solución, pero ¿cómo llevarla a cabo? Sabemos que no podemos seguir desarrollando lo que veníamos haciendo en la presencialidad, ya que no responde a lo mismo en términos de forma y fondo. Las variables que están presentes en estas instancias no son las mismas, por lo que un elemento tan sencillo como el tiempo de trabajo o la concentración, no se evidencia de la misma manera en modalidad presencial que en la virtual, por lo mismo, existe mucho agotamiento frente a esta propuesta. Cuando culmine este confinamiento como norma sanitaria, de seguro no seremos los mismo y si no aprovechamos esta oportunidad de aprendizaje en todos sus ámbitos, habremos perdido el tiempo.
Cuando trabajamos a distancia (no mediados por la tecnología), que es una realidad mayor a la que uno se imagina ¿cómo retroalimentamos los procesos, si la vía de conexión son las guías de aprendizaje que, en muchos casos, tienen la misma dinámica de lo trabajado en contextos normales? He tenido la oportunidad de mirar material interesante sobre el desafío de contextos actuales que se proponen a los estudiantes, como lo que surge de la medición de los indicadores de la luz eléctrica en un uso domiciliario durante este periodo o problemas desde la protección sanitaria en estos momentos, creo que la autenticidad de las guías y mientras más aterrizadas estén en resolver problemas que nos preocupan y ocupan, mayor sentido tendrán para nuestros estudiantes que resolver millones de ejercicios que en muchos casos son rutinarios y responden a la misma mecánica. Entonces desde la creación de actividades auténticas podrán surgir los procesos de retroalimentación y discusión, pareciera que el lema es calidad en lugar de cantidad.
Estos son tiempos de desarrollar la creatividad y desafiar a los y las estudiantes, que no están ajenos a lo que ocurre y, desde una mirada como actores activos, más de seguro saldrán ideas geniales para resolver problemas que hoy no necesariamente están teniendo solución.
Si existe una instancia para poder evidenciar el aprendizaje, o bien, si se solicita calificar este proceso para promocionar a los estudiantes en términos de registro y responder a lo que demanda el conocido Sistema Información General de Estudiantes (SIGE) ¿dónde se obtendrán para alcanzar la cobertura completa?, ¿serán las calificaciones el mejor medio para evidenciarlas? Es por ello que a lo largo de estos meses la pregunta superficial es: las calificaciones ¿dónde están?